miércoles, 31 de marzo de 2010

Algo más sobre la repetición de frases

Esto me escribió Damián G., o mejor dicho D. Garavagno acerca del bucle de frases que inevitablemente solemos repetir:

... en general noto que todo el mundo tiende a repetirse ... intuyo que hay una cuestión que tiene que ver con los aspectos pragmaticos del discurso, es decir aquellos aspectos que se consideran paralingüisticos, o sea que están más allá de la arquitectura de las oraciones ...

El discurso es la expresión del pensamiento ... es el pensamiento encarnado en la voz, de modo que uno cuando tiene una idea o pensamiento no está mal que se repita ... y cuando sucede que uno NO se repite es sólo porque el pensamiento es algo dinamico y como tal, algo se debe haber modificado como para que no adopete la misma forma calcada.

Cuando uno se repite pueden suceder dos cosas:

1. que uno repita y repita una explicación porque en realidad pretende convencerse de ella ... como si uno necesitara esa afirmación permanente para convencerse ... eso me suele suceder con algunas cosas ... las ultra racionalizo porque en un primer impacto no convencen ... entonces uno repite y repite hasta que entre ....

2. Que uno repita y repita porque encontró la mejor forma de expresar lo que quiere decir ... encontró las palabras justas y precisas que expresan la idea ... algo así como la eficiencia del discurso ...

No sé, imagino que uno queda siempre prisionero de la repetición ... o bien para autoconvencerse o bien por la eficiencia del discurso ... somos una especie condenada a la repetición ... somos una es pecie condenada a la repetición ...

A propósito, un cuento de Borges que habla al respecto ... muy groso

'La Trama'

Para que su horror sea perfecto, César, acosado al pie de la estatua por los impacientes puñales de sus amigos, descubre entre las caras y los aceros la de Marco Bruto, su protegido, acaso su hijo, y ya no se defiende y exclama: ¡Tú también, hijo mío! Shakespeare y Quevedo recogen el patético grito.

Al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías; diecinueve siglos después, en el sur de la provincia de Buenos Aires, un gaucho es agredido por otros gauchos y, al caer, reconoce a un ahijado suyo y le dice con mansa reconvención y lenta sorpresa (estas palabras hay que oírlas, no leerlas): ¡Pero, che! Lo matan y no sabe que muere para que se repita una escena.

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