martes, 15 de septiembre de 2009

Neoyorquizados solo unos pocos

El argentino corre entre ser auténtico (el gaucho, el del asado, los mates, el dulce de leche, el fútbol y los amigos) y ser lo que no es, o sea, lo más parecido al ciudadano de primer mundo. Europeo, o como leí ahora en una nota pésima de una revista de "Crítica Digital", neoyorquinos.
Esto último culpa de las películas y las mierdas de Friends (sobrevalorada pésima serie) y Sex And The City.

Para algunas cosas va bien mencionar el producto nacional. Dentro de varios círculos les encanta hablar de lo divertido de la cumbia (música de dudoso gusto que "alegra la vida de la gente"), el ireemplazable asado o dulce de leche, la calidad futbolística (ahora tenística también) y cultural del país, mencionar los éxitos patriotas de por ejemplo, un videojuego creado en la tierra del mate. Sentirse orgullosos de la naturaleza, del acento, de las cagadas. Cualquier cosa que llame la atención (incluso hay quienes se enorgullecen de los robos, la corrupción y la vivada argenta). O que crean que llama la atención.

Por otro lado, en círculos internacionales el asunto se matiza o cambia radicalmente. Lo escuché de varias bocas ya. "Somos europeos en sudamérica", dicen los miedosos de que los de afuera piensen que son de "menor calidad que ellos". Las raíces, las costumbres, el acento, la cultura, la comida, la educación, los rasgos. Aquellos que todo lo que en determinados círculos se vanagloriaban de tenerlo como propio, de repente pasa a ser de otros, o más bien compartido, heredado.

En la nota que decía antes, el informe señalaba como el porteño se estaba neoyorquizando por una costumbre pelotuda. La de desayunar de la forma que lo hacen los de NY. Con el café en mano por la calle en su vaso térmico con el nombre del cliente y un muffin o bagel en la bolsita de cartón. Además de los bares donde poder obtener un caffe latte (lágrima en plan cool), escuchando jazz y sentado en largos sillones junto a los amigos con las bolsas al costado de caros productos recién adquiridos. Al mejor estilo los nabos de Friends.

Conociendo al sentimiento patriota dentro del país, dudo que sea más del 0,0001 % de la población de Buenos Aires (ni me molesto en poner Argentina - al final lo pongo que pelotudo -) que opte por esta costumbre. Primero porque debe ser más cara que la mierda. Después porque a otro tanto no lo sacás del café con leche con medialunas o el mate ni a palazos.
A mi me gustan los muffins, las bagels y tomar el café caminando cuando el frío te corta la cara, pero una nota de seis páginas sobre este asunto es exagerado. Aunque si está pago (como supongo estará esta imbecilidad) que carajo le importará a Crítica Digital.

No está ni bien ni mal. Está. Y me sirve ya que hizo acordarme que varios temas nombran a la ciudad.

Seis tracks sobre New York:
#1 Fairytale Of New York (The Pogues)
#2 Englishman In New York (Sting)
#3 New York (U2)
#4 New York (Richard Ashcroft)
#5 Leaving New York (REM)
#6 Moving To New York (The Wombats)
Claro que la mierda de la canción de Frank Sinatra no. Me recuerda a los boludos en las fiestas bailando abrazados esta cagada de canción y me dan ganas de ir a echarme un pato al baño.

www.tresdeagosto.com

Video del sexto tema en vivo en Liverpool, The Wombats.

2 comentarios:

josé dijo...

lei la nota y la supuesta neoyorquización solo afecta a unos cuantos porteños imbeciles que piensan que tomar leche caliente con gusto a cafe en vaso de plástico es cool, yo prefiero sentarme en un cafe y tomarme un buen cafe con leche con medialunas.
Otra costumbre detestable es que escriban tu nombre en el vaso y que luego te llamen por tu nombre al momento de entregarte tu pedido. En los bares tradicionales los mozos solo te llaman por tu nombre después de años de atenderte y muchos de ellos jamás llegan a tutearte.

el tipo dijo...

Si había alguien que me imaginaba en pleno bar con el café tradicional y la medialuna eras vos Ruso. A mi también debo decir que esa costumbre me encanta, como el bocata de jamón con pan con tomate y el café con leche de acompañante. Hay más. Pero la pelotudización del asunto es destacable.